Por Carlos Velasco
En
la evaluación de la primera mitad del sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto
es de contrastes; en materia económica, no hemos logrado romper la inercia de
bajo crecimiento, hay focos amarillos en inseguridad, legalidad, combate a la
corrupción, por ello la reflexión, objetiva y con autocrítica, es obligada a
fin lograr un cambio sensible en las condiciones que gravitan en la conducción
del país, en términos de desafíos, tiempos y capacidades, afirmó Gerardo
Gutiérrez Candiani, Presidente del Consejo Coordinador Empresarial.
En
víspera del Tercer Informe de Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, el
dirigente de la cúpula empresarial dijo que es momento para un corte de caja, a
fin de determinar prioridades hacia la recta final. La reflexión, objetiva y
con autocrítica, es obligada no sólo para el Gobierno de la República, sino
para todos los eslabones del Estado, la sociedad, sus sectores y la
ciudadanía.
Ante
el Informe Presidencial, el próximo 1º de septiembre, no sólo se cumple este
patrón, sino que es aún más patente, con un contexto nacional y el
internacional radicalmente distintos.
El
mapa de retos y perspectivas es otro, al igual que el posicionamiento y la
iniciativa que mantuvo el Gobierno Federal sobre la agenda nacional, con una
dinámica que prevaleció desde la transición en el 2012, hasta el último cuarto
del 2014, cuando se marca un punto de inflexión.
Para
el Presidente del CCE el propio Pacto por México entre las fuerzas políticas
fue el banderazo de arranque de una nueva fase en la política nacional, dejando
atrás la parálisis por la disposición a los acuerdos y un gran dinamismo
legislativo. Este es un logro como nación, que debe tener continuidad: aún son
muchos los asuntos pendientes en el Congreso.
Sin
embargo, al mismo tiempo que se concretaban las reformas, el entorno económico
internacional comenzó a complicarse de manera extrema, con creciente inestabilidad,
debilidad en el crecimiento y fenómenos de especial impacto para México, como
la caída de los precios del petróleo.
Al
mismo tiempo, al interior del país, desde fines de 2014 se han presentado
sucesos y polémicas que han confirmado, con contundencia, la gravedad, la
profundidad y lo lejos que estamos de resolver algunos de los más acuciantes
problemas de la nación desde hace décadas. De la tragedia de Iguala hasta la
fuga del penal de Almoloya.
En
el fondo, dijo, detrás están la densidad delictiva que ha crecido durante
décadas, con la violencia e inseguridad pública que provocan; la precariedad
del Estado de derecho y la recurrencia de la corrupción y la impunidad; la
pobreza que nos lastima a todos, de más de 55 millones de mexicanos.
En
materia económica, no hemos logrado romper la inercia de bajo crecimiento, y
para ello, como señalamos, no ayuda la situación internacional. Si este año
crecemos al 2.5%, con una inflación esperada, menor al 4%, estaremos cerrando
el trienio con un promedio anual cercano a 2% en cuanto a crecimiento y de
alrededor de 4% en la evolución de los precios: el "estancamiento
estabilizador" de las últimas dos décadas.
El
gran reto a corto plazo: urge impulsar con fuerza el mercado interno y el
consumo, una mejora en la economía de personas y empresas, sin comprometer la
estabilidad. Contamos con varias opciones viables para hacerlo. Junto con la
gran oportunidad que implica el proceso de presupuesto base cero, es imperativo
hacer ajustes al marco fiscal vigente desde 2014, que no ha sido favorable para
lograr una mayor inversión y creación de empleos formales.
En
lo relativo a la inseguridad pública, hay esfuerzos y avances alentadores en
algunos frentes, pero todavía incipientes como para afirmar que esté gestándose
un cambio firme en la situación y las tendencias. No podemos bajar la guardia. Más allá de las
estadísticas, las raíces y causas profundas del fenómeno de la inseguridad
siguen ahí.
Es
notable el esfuerzo para fortalecer la coordinación interinstitucional y entre
los órdenes de gobierno, pero en el gran desafío de la depuración y
profesionalización de policías y cuerpos de procuración e impartición de
justicia los avances son muy desiguales y en muchos estados y municipios,
imperceptibles.
La
participación de las fuerzas armadas sigue siendo necesaria, como último
garante ante esas deficiencias y vacíos; con el reconocimiento social que
merecen, pero sin que aún se aprueben las reformas necesarias para darles
certidumbre jurídica en este gran papel emergente.
Al
acercarse a su tercer año, es oportuno revisar los resultados y perspectivas de
la estrategia de seguridad pública, para reforzarla y hacer los ajustes que
procedan.
De
forma paralela, hay que dar todo el peso prioritario que debe tener el tema del
Estado de derecho. La reforma para crear un sistema nacional anticorrupción es
un hito, para empezar a cambiar de verdad en este gran flagelo nacional. Falta
la legislación secundaria y la armonización con las leyes estatales, y hay que
tener bien presente que apenas es el arranque.
La
legalidad no se asegura sólo legislando o por decreto; se requiere, como en
todas las reformas, una implementación efectiva y voluntad real de
transformación, en todos los niveles de gobierno y en la sociedad.
El
país y el Ejecutivo Federal demostraron su voluntad reformadora en la primera
mitad del sexenio; en la segunda parte, se necesita de la misma capacidad para
el aterrizaje de ese legado en la práctica.
Para
ser grandes reformadores, necesitamos también ser grandes implementadores. El
camino es difícil, con múltiples obstáculos y resistencias, como se ha visto
con la reforma educativa. La consigna es clara: ni un paso atrás en la
construcción de un mejor futuro para todos los mexicanos.
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