Redacción
Especialistas del
Laboratorio de Trastornos del Dormir de la Facultad de Psicología de la UNAM
informaron que la falta de sueño puede provocar la causa de padecimientos
metabólicos y cardiovasculares.
Lo anterior, en el marco de
la conmemoración del Día Mundial del Sueño que se celebra este 14 de marzo y en
donde se advirtió que la falta de sueño en los niños afecta el desarrollo
cognitivo y de aprendizaje, causa problemas de conducta, cambios de ánimo, una
secreción anormal de la hormona del crecimiento y un aumento en la presión
diastólica.
Los académicos de la UNAM
mencionaron que el buen estado de nuestra salud depende, además de otros
factores, de un descanso adecuado para estar alertas y activos durante la
mañana, por lo que no es necesaria la ingesta de café u otras bebidas
energéticas.
Lo conseguimos si logramos
conciliarlo sin dificultad, sin interrumpirlo varias veces durante la noche y
despertamos a la hora acostumbrada, así, cubrimos nuestro requerimiento y nos
levantamos con energía para comenzar una nueva jornada, aseguraron los
especialistas.
Derivado del estudio
elaborado en la UNAM, para tener una buena noche es necesario acostarse y
levantarse a la misma hora, con la luz apagada y tener un dormitorio cómodo,
así como evitar la cafeína, nicotina, alcohol y sustancias ilícitas, entre
otras.
También depende del estado
de ánimo, estilo de vida y salud física, subrayaron Montserrat Reséndiz García,
Matilde Valencia Flores, Victoria Santiago Ayala y Guillermo García Ramos, en
ocasión del Día Mundial del Sueño, que se conmemora este 14 de marzo.
En contraste, malos hábitos
como fumar, tomar más de seis tazas de café o té; beber seis vasos de refrescos
de cola al día, consumir de manera regular alcohol, vivir bajo estrés, la falta
de actividad física, gozar de menos de dos semanas de vacaciones por año,
mantener relaciones personales conflictivas, trabajar más de 10 horas al día o
más de seis días a la semana y la falta de tiempo para la recreación y la
diversión, pueden afectar la calidad del sueño, advirtieron.
La falta de descanso o una
pobre calidad al respecto tienen consecuencias negativas en nuestra salud a
corto, mediano y largo plazos. Al
conjunto de alteraciones relacionadas con estos problemas se les conoce como trastornos
del sueño, que en los niños afectan el desarrollo cognitivo y de aprendizaje,
causan problemas de conducta, cambios del ánimo, una secreción anormal de la
hormona del crecimiento y un aumento en la presión diastólica.
La interrupción intermitente
y persistente de la respiración mientras dormimos, conocida como apnea, es uno
de los trastornos más frecuentes entre la población. Afecta desde recién
nacidos, hasta adultos mayores.
Al fragmentar el descanso se
causa somnolencia diurna y fatiga. Sin tratamiento, puede llevar a
complicaciones cardiacas como hipertensión arterial sistémica, isquemia y
eventos cerebro-vasculares.
Es más frecuente en hombres
que en mujeres, aunque la prevalencia se iguala en el momento que ellas entran
en el periodo de la menopausia. La obesidad es el factor de riesgo principal
para presentarla, además del consumo de alcohol, tabaco y medicamentos
sedantes. Entre otros factores, también se ha relacionado con alteraciones
anatómicas de la vía aérea superior.
El tratamiento de primera
elección es la aplicación de presión positiva en la VAS por medio de una
mascarilla. En ciertos casos, los pacientes con alteración anatómica pueden ser
candidatos a resolverla con cirugía.
SUEÑO Y OBESIDAD
La privación de sueño altera
el equilibrio de diversas hormonas, incluidas las que regulan el apetito: eleva
la secreción de cortisol y provoca el incremento de los niveles de insulina
después de consumir alimentos. Al regular la glucosa y promover el
almacenamiento de grasa, los niveles más altos de insulina están asociados a un
aumento de peso corporal.
En adultos, se ha descrito
que las personas que duermen menos de seis horas son mucho más propensas a
subir de peso. Al conjuntarse con otros factores, como la ingesta de alimentos
en exceso, falta de ejercicio y predisposición genética, incrementa el riesgo
de padecer ciertas enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Ante cualquier trastorno, es
necesario acudir con un especialista para obtener el mejor beneficio al
implementar nuevos hábitos, no obstante, las medidas generales encauzadas a
lograr una higiene adecuada del sueño son cruciales para tener un descanso
reparador y sin alteraciones.
Entre otras, dormir las
horas necesarias, de acuerdo a la necesidad individual (la mayoría requiere
entre siete y ocho); acostarse y levantarse a la misma hora; no tomar siestas
de más de 30 minutos ni después de las cuatro de la tarde.
Además, evitar actividades
en la cama como ver televisión, leer, estudiar, comer, navegar por Internet o
utilizar teléfonos celulares, dispositivos, computadoras o videojuegos,
asimismo, no beber café, refrescos de cola, bebidas energetizantes, chocolate,
alcohol, demasiados líquidos ni fumar tres horas antes de ir a dormir.
Para los niños de hasta 12
años, los especialistas recomendaron establecer un horario regular tanto de
sueño como de alimentación, una rutina consistente para ir a la cama (de
preferencia antes de las nueve de la noche) y tener una siesta programada de
acuerdo a su edad.
Antes de acostarse realizar
ejercicio vigoroso y evitar el consumo de comidas pesadas y de cafeína
(refrescos de cola, café o té). Las habitaciones de los menores deben ser
confortables, silenciosas y sin luz brillante a la hora de ir a la cama, pero
deben permitir la exposición a la luz durante la mañana.
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