Por Redacción
La seguridad alimentaria y
el campo son dos rubros que en los últimos años no han formado parte de la
agenda pública, que básicamente se ha centrado en temas como la energía,
aspectos financieros o la violencia, pero no en un área de gran relevancia como
la disponibilidad de alimentos y el acceso de las personas a ellos, o en la
marginalidad y pobreza del medio rural, apuntó Luis Gómez Oliver, catedrático
de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM.
El universitario destacó que
meses atrás se planteó una reforma profunda del campo, pero sólo se abordaron
cuestiones como mejorar el financiamiento y un cambio cosmético.
En ocasión del Día Mundial
de la Alimentación 2014, que se conmemora este 16 de octubre con el tema
“Agricultura Familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta”, el economista
resaltó la importancia de esa actividad, cuyo papel es central en la erradicación
del hambre y la pobreza, en la protección del medio ambiente y en el logro del
desarrollo sostenible de las zonas rurales.
En el ámbito mundial, 75 por
ciento de las unidades productivas agropecuarias desarrollan un proceso
diferente al de las grandes empresas del área, más adecuado a las condiciones
locales y basado principalmente en el trabajo familiar; hace un uso más
sustentable de los recursos naturales y es más amigable con el entorno.
Algunos estudios distinguen
tres tipos de agricultura familiar: de subsistencia, en transición y
consolidada. En el primer caso, el agricultor siembra para el autoconsumo, como
complemento de los ingresos económicos que obtiene a través de una actividad
remunerada ajena a esa área y de subsidios gubernamentales. “Aquí, los
campesinos producen, pero no viven de ello”.
En la consolidada, una parte
significativa de la producción se destina al mercado. Mientras, la de
transición es la que pasa de un nivel al otro. Sin embargo, no siempre es en el
sentido positivo, de la de subsistencia a la consolidada; muchas veces es en el
sentido inverso, sobre todo a consecuencia de la emigración de la fuerza de
trabajo de los jóvenes.
En México existen cinco
millones y medio de unidades rurales productivas. Solamente medio millón son de
agricultura empresarial, pero poseen el 75 por ciento del mercado. En el otro
extremo hay aproximadamente 3.5 millones de unidades rurales de agricultura
familiar de subsistencia, que en total participan apenas con el siete por
ciento de las ventas. La consolidada está compuesta por cerca de un millón de
unidades productivas, cuya cuota de mercado total es de 18 por ciento.
Gómez Oliver resaltó la
necesidad de enfocarse en el establecimiento de políticas diferenciadas de
apoyo al agro. Los tres segmentos son importantes, pero presentan problemas y
requerimientos diferentes y debe diseñarse una estrategia integral, pero
diferenciada en cuanto a los instrumentos.
No obstante, a la fecha
“existen dos enfoques erróneos. En primer término, el de la política actual que
destina 75 por ciento de los apoyos a los grandes productores, muchas veces sin
efecto real, porque favorece las ganancias, pero no siempre se impulsa la
producción; en tanto, a las explotaciones familiares, dentro de las cuales no
se separa la producción de autoconsumo de la familiar consolidada, solamente se
canalizan apoyos de alivio a la pobreza.
El segundo enfoque, también
equivocado, pretende aumentar los recursos para apoyar a la agricultura
familiar, pero sin diferenciar entre la de subsistencia y la consolidada, lo
que resulta inmanejable.
Los productores de
subsistencia contribuyen a la seguridad alimentaria de sus familias y
comunidades, pero no tienen activos para participar en el mercado, incluso
muchas de estas unidades carecen absolutamente de tierra.
Las más de las veces son
compradores netos de alimentos. Su desarrollo no puede basarse en la actividad
agrícola; demandan una estrategia de desarrollo territorial, que aproveche el
potencial productivo de diversa índole, con mejores niveles de empleo y de
ingreso en áreas no agropecuarias, lo que además favorecerá una mejor
producción de autoconsumo.
En cambio, el millón de
explotaciones de agricultura familiar consolidada sí tendría un gran potencial
para abastecer mercados locales, “en lugar de llevar maíz de Sinaloa hasta el
sur-sureste del país, por ejemplo”, puntualizó el universitario. Estas unidades
están en todo el país y su progreso sería un enorme estímulo para el avance
rural y el bienestar.
Gómez Oliver aclaró que si
bien las transferencias de ingreso de las políticas sociales mitigan un poco la
pobreza de los campesinos, no resuelven el problema. “Es necesario aumentar las
capacidades de generación de ingresos por cuenta propia de la agricultura
familiar, pero lo que para unos significa desarrollo territorial basado
prioritariamente en actividades ajenas, para otros implica fundamentalmente
acceso a mercados”.
El Día Mundial de la
Alimentación se conmemoró por primera vez el 16 de octubre de 1981. La Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estableció
la celebración de esta efeméride cada 16 de ese mes, fecha en que se fundó el
organismo internacional, en 1945.
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